Así era la noche de antes, no te dejaban entrar a la discoteca solo, no podías ir con un grupo de amigos o amigas, solamente te dejaban entrar si ibas en pareja. Tan sólo existían tres lugares para ir a bailar: Zum-zum, Lancelot y Ton-ton, y en todos los casos no podías entrar de ninguna manera si no ibas en pareja, era una ley moral inquebrantable. Fue así, en ese marco y en ese espíritu, que surgió Graffiti, un lugar revolucionario para la época.

Tan sólo existían tres lugares para ir a bailar: Zum-zum, Lancelot y Ton-ton, y en todos los casos no podías entrar de ninguna manera si no ibas en pareja, era una ley moral inquebrantable. Fue así, en ese marco y en ese espíritu, que surgió Graffiti, un lugar revolucionario para la época. Entonces, surgió la idea de unir un restaurant, un pub, una sala de espectáculos, y una pista de baile con dj.

Gastronomía, bar, música en vivo, y baile, todo en un mismo lugar.

Así, la gente empezó a salir en grupos, no importaba si estabas solo o en pareja, el acceso era libre; podías ir solo, con tu pareja, o con un grupo de amigos/as, y solamente se aplicaba el derecho de admisión por si había algún indeseable o alguno en busca de problemas, que siempre los hay en cualquier ámbito de la noche, y de la vida.

Graffiti fue revolucionario. Fue allí donde se gestó la revolución cultural musical de los años ochenta en Uruguay. Abrió en el primer día, en la primera noche sin dictadura, el veintiuno de noviembre de mil novecientos ochenta y cuatro, una fecha histórica por varias razones.

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